Alguien me susurró hace tiempo que la lluvia era el llanto de un ángel. Y son ya demasiados días mojando las calles...
He pensado que aquella tarde, uno de ellos lloraba (no sé si el tuyo, el mío o ambos) por un amor que moría entre besos escondidos y recuerdos camuflados.
Soledad que te pegas a mi alma
en la dulce soledad de este campo de otoño.
No hay momentos de sosiego.
Rebeldía pura de amores sin amores.
Ilusiones puras y puros conformismos
intentando levantar el espíritu nostálgico
de querer estar contigo y nunca estarlo.
Los llantos desconsolados que estrangulan las gargantas;
los ancianos encorvados: parece que la tierra les llama.
Volverás de vez en cuando a estas tierras agrietadas
y verás de nuevo a quien te ama borracho;
borracho de amores y libertades.
Y también de vinos por olvidarte. Borracho...
Me da pena que se admire el valor en la batalla;
menos mal que con los rifles no se matan las palabras.
Y si surgen saludos y palabras
tal vez notes la dureza de mi estilo
queriendo no herirte en nada,
y en mi soledad sólo herirme yo mismo.
La justicia está arrestada por orden de la avaricia;
el dinero que te salva es el mismo que asesina.
Y verás sin duda el resurgir poderoso del guerrero
sin miedo a leyes ni a nostalgias
y lo verás caer una y mil veces y levantarse de nuevo,
con la pura bandera de su raza.
Soledad de amores triste y pura,
soledad de amores y locura.
No me des más esperanzas: sé que todo son mentiras;
sacos llenos de agujeros para guardar alegrías.
A esto se llama viaje relámpago. Apenas 24 horas en la ciudad destino. Un viaje lleno de imprevistos, carreras y nervios por su parte. Yo tranquila, como siempre.
Mi única preocupación: poder verte más de dos minutos. Por suerte, al final, casi dos horas de conversación. Me entraron nervios al aproximarme a ti, cuando te veía de lejos. Fue un segundo de caída en la montaña rusa. Incomprensible.
Creo que nunca te he dicho que tus abrazos son especiales. Y esta vez no ha sido para menos, aunque ninguno será tan inesperado como el primero de todos. Al estar hablando contigo frente a frente tenía la sensación de haber vivido esa situación semanas antes. Como si el tiempo y la distancia no existiera en nuestra amistad. Es algo extraño, pero acogedor.
Supongo que no leerás éstas líneas hasta dentro de algún tiempo. Pero aquí estarán esperando, al igual que yo tu visita navideña.
Un besazo, peque.
P.D: La próxima en Madrid, no?
Y yo que pensaba "se inmutará". Pues no... no lo ha hecho. Pero ya he elegido estrategia o táctica (no me acuerdo de cuál era la diferencia).
Sólo espero que no te des el batacazo cuando gires a la izquierda, si continuas por la rotonda, claro. A lo mejor te encuentras la calle cortada... o que han reducido un carril... o que ya no existe tal calle.
Te observaré desde el burladero, entre rejas de madera, hasta perderte de vista. Luego una fugaz mirada al asfalto, donde rezumarán huellas de neumático. Esas que has dejado en mitad de la curva por acelerar demasiado al no encontrar tu destino. Huellas eternas que marcarán siempre mi visión hasta evaporarse poco a poco con el paso del tiempo.
Habrás, entonces, ignorado todas las señales por prestar más atención a la radio. Y yo habré aprendido a ahorrar mi tiempo en señalizar la calzada para alguien que no supo apreciar mi dedicación.
Alucino con los cambios que sufre la gente cuando las cosas les van bien o están enamorados o cosas así. Es increíble como transforman todo lo que hay a su alrededor para reducirlo a un interés (como mucho, dos).
También puede ser mi manera de verlo, que ha cambiado radicalmente. Creo que sufro una nueva alergia no identificada todavía. Estaría encantada de describir los síntomas, pero me temo que uno de ellos es la falta de ganas de hablar del tema.
No sé, realmente me asombra la capacidad de esas personas. Y empiezo a tomarlas algo de repulsión. En fin, quizá sea problema mío.
Tal vez... algún día... el sol se muestre negro y, una noche, la luna deje de brillar. Quizá... en algún lugar... el tiempo no exista. Sólo entonces, podrás mirarte en mis ojos. Y cuando vuelvan los minutos... y el sol brillante... y la luna llena... cuando todo cambie... entonces despertarás y ya nada será igual... porque el sueño habrá acabado... perdiéndose la mirada que lucía tu nombre.
Quiero volver y perderme entre éste bosque de madera.
Escuchar el rugir del agua marcando su camino.
Anochece pronto. Un murmullo constante empieza a levantarse fuera, en la calle. Escuchas atentamente. Gotas de lluvia rebotan en la ventana y se deslizan por el duro cristal. El otoño ha llegado.
La atmósfera se vuelve triste y la melancolía acecha bajo la puerta. Una casa vacía y la habitación ardiendo de silencio. Mi guitarra pronuncia el nombre de quien la acaricia diariamente. Se apagan las luces y la oscuridad reina en la noche una vez más. El ruido de la lluvia acompaña a los dos únicos acordes que se repiten sin cesar, creando una melodía dulce y sencilla.
Todo parece mágico a la luz de una vela. Los sonidos, las sombras... todo es distinto. Bajo mis dedos bailan sus cuerdas mojadas. Lágrimas caprichosas compiten con las caídas del cielo y una voz intenta salir en el cambio de ritmo. Pero sólo un susurro débil, enfermo por el frío, roto y rasgado acaricia el ambiente de tu recuerdo.