Por alguna extaña razón, en éstas fechas, cuando entro en alguna tienda y veo que empiezan a vender las figuritas de chocolate, me entran unas ganas increíbles de tener una. Me ha pasado siempre, desde pequeñita, pero sólo recuerdo una vez que mis padres me compraron una. También, por otra extraña razón, nunca me sirvió de nada pedirles un conejito de pascua. O quizá no me acuerde (como no he tenido infancia, jaja). Pero estoy segura. De lo que sí me acuerdo es que tenía forma de gallina y era tan grande como mi mano (de ahora). Aunque yo siempre quise un conejito (ahora lo entiendo....).
Lo peor de todo es que llevo años queriendo otra y no soy capaz de comprarla. Supongo que sigo esperando que me la regalen. O, simplemente, soy algo rarilla.
No puedo creerlo todavía. Demasiado tiempo. Distancia. No quiero.
Si no he estado más de veinticinco días sin verte, dime cómo... no, no digas nada. Sólo abrázame fuerte cada vez que me veas. Iré acumulándolos para cuando no estés. Dedícame esa sonrisa tuya, no porque vaya a olvidarla sino porque me encanta. Y muéstrame esos ojos increíbles, en los que me sigo perdiendo, para cuando sólo me miren desde tus fotografías.
No sé que voy a hacer teniéndote tan lejos. No sé que será de mí si te echo aún más de menos. No sé hasta qué punto puedo hacerlo, si desde hace unos meses mi corazón sólo sabe de añoranza.
Al menos me quedará tu voz, que aunque ya no pueda cantarme sigue dándome la fuerza necesaria.
Así que dime que estarás conmigo. Que aunque no pueda verte ni tocarte, voy a sentirte a mi lado cada día. Hasta que vuelvas.
Dime que no me olvidarás. Que los buenos recuerdos irán en la maleta. Junto a esta parte de mí que te pertenecerá siempre.
TQM
No. Este no es el camino. El fuego siempre acaba quemando. Y, un día, los cantos de sirena se escuchan. Sé demasiado. De juegos que terminan ensangrentados. De aquelarres a media noche y otros cuentos. Mi silencio siempre dijo más. Pero nadie sabe.
Que las estrellas mueren en nuestras manos. Y con la traición viene el adiós. Que por la boca vive el pez. Hasta que olvida callar. Que hay quien lee los labios y otros las intenciones. Que el despertar de una mentira no sólo trae lágrimas rojas. Que los buitres jamás se extenguirán. Que la última pesadilla da sentido a mi fobia. Y buscar entre líneas: un error.
Mismo despertar. Ya no hacen falta los sueños. Abres los ojos. Piensas. Intentas dormir. La luz no te deja. La mente tampoco. Y el cuerpo, o el alma, te obligan a echar por la boca el vacío. Y esa imagen que se clava dentro de ti como cientos de alfileres ardiendo.
Pero no puedes. Así que te arropas de nuevo y cierras los ojos muy fuerte. Tan fuerte que duele. A la espera de lo que nunca llega. Mintiéndote. Negando. Lo que un día te arrebató el sentido. Y las ganas.
Lo único que pide es ritmo. Y si no lo consigues, siempre te deja intentarlo de nuevo. Incluso si eres un completo desastre. Pero no te pases dando fuerte porque se enfada y puede romperte una baqueta. Te lo mereces (ejem). Hay que mimarla mucho y avisar antes de enloquecer. La recompensa..... desahogo, dolor de espalda y ganas de más. Mucho más.
Gracias de nuevo, tú. Cuando nos aprendamos la canción de pumpum vamos de nuevo!
Una canción muy acertada. Un sueño me rompe en dos. Un verso habla lo que quiero gritar y no puedo. Una acción y mil reacciones. Contra la física. El olvido viene y va. El recuerdo siempre se queda. Tres de los jinetes negros me han encontrado. Te siguieron el rastro. Vendrán los demás. No sé cuándo, pero vendrán. Porque tú no tienes cuidado. Y yo.... yo me he cansado.