Nunca aprendí de errores pasados. Da igual cuantas veces tropiece con aquella piedra. Si la primera vez fue con el pie izquierdo, la siguiente será con el derecho. Tropezaré. Una y mil veces. Porque siempre estaré mirando al lado. Y no al suelo para esquivar socavones, charcos o chicles pegados. A mi lado. Siempre. Donde espero encontrarte a cada paso.
No quiero más disculpas.
No quiero cambiar el pasado.
Sólo quiero... estar a tu lado.
Lo que pudiera contar es casi lo mismo que lo que pudiera recordar de un sueño, o de un mal sueño para ser más exacto. A veces pienso que un memorial sería lo más adecuado: poner sencillamente las palabras al servicio de los recuerdos, ordenadas con el único fin de que el olvido no se haga dueño y señor de ese reino de la nada en que se convertirá Celama.
El tiempo fluye con la misma inercia con que sucumbieron aquellos años de desconcierto, cuando la vida no parecía tener un sentido muy claro y la gente volvía a marcharse casi en la misma proporción en que los que se fueron dejaron de volver. Poco a poco se nivelaban las presencias y las ausencias, como si los que permanecían tuvieran borrada la idea de los que se marcharon y aquellos se conformasen con la distancia que los haría desaparecer para siempre.
(...)
L. M Diéz
Dedicado a "un sí y un siempre", por aquello de la presencia y no ausencia.
Espero que no tengas razón cuando dices eso. Las navidades nunca nos sentaron bien. Ella dice que es lógico. Yo, por mucho que lo intento, no consigo comprenderlo. Qué pasará si llevas razón? Será para siempre? Y aunque no lo sea, durará mucho? Nunca sobró cabezonería en estas cuatro paredes. Por eso, una de ellas está pintada de silencio y, otras, están decoradas con grietas y desconchones. Este año tendré que esconder regalos y escabullirme para darlos. Y me pregunto... si no era suficiente con el ramo de rosas secándose en el cuarto amarillo.