Estas pesadillas van a volverme loca. He olvidado la mayoría, pero no la horrible sensación que provocan. Creo que poner el despertador antes de las diez es la única forma de mantenerte lejos. Jamás había odiado tanto soñarte. Duele. Y, no sólo eso, me repulsa.
Y también debe entristecerme, porque sólo tengo ganas de llorar. No. Es miedo a que vuelvas otra vez. Ésta noche o cualquier otra.
No has tardado ni una semana desde que saliste del hospital para romper tu única promesa. Pero ya lo sabía. Fue escucharte, en esa cama compartida con fantasmas, y saber que acabaría en pedazos.
Y tú. Para qué me preocuparé por alguien que ni siquiera me escucha...
Quiero irme de esta puta casa ya.
No sé qué haría si no pudiera estar tanto tiempo fuera de aquí o encerrada en esas cuatro paredes.
No me concentro. Mañana tengo un examen para el que no he estudiado prácticamente nada y soy incapaz de terminar un problema de quince minutos en menos de hora y media. Las burbujas de coca-cola captan más mi atención que los diagramas de tracción-compresión. Me aburro. Me distraigo. Dónde están las ganas de acabar ésto que tanto tiempo me roba y tan poco me interesa. Sólo pienso en el curso que empezaré, con suerte, en marzo, en la semana o más que vamos a divertirnos y estresarnos con en final cut, en la banda sonora tan buena que tendremos si compone ella, en planear todo lo que quiero hacer el 14, 15 y 16, en la práctica que no sé cuándo tengo que entregar, en mi forma de tachar y en cómo supiste nada más verlo que me había enseñado mi padre, en que todo ha salido bien, en ti, en cómo será y en por qué sigo escribiendo con todo lo que me queda por estudiar.
Quiero agobiarme!!
Llueve.
Tiene que hacer frío porque estando aquí dentro mis manos están congeladas. Nunca me ha gustado ese ruido. Demasiado fuerte para unas gotas tan pequeñas. Hay ingenieros que no son nada detallistas y arruinan, en cierta medida, los días de lluvia. Llevo años quejándome, pero es que no me acostumbro a ese sonido tan molesto y desproporcionado. Eso es. Desproporcionado.
Algunos sentimientos también lo son. Aunque entonces nuestro cerebro sea el único culpable.
Tengo que revelar un carrete. Podría quitarlo ya. O hacer las cuatro fotos que quedan para terminarlo. Lo habría hecho hace un mes si no me asustara tanto. Y es que temo que mi reacción al revelado sea también desproporcionada. Como lo son las pesadillas de los últimos días.