Las cicatrices de mi espalda escuecen cuando te ven venir. Y aun así te permito llegar, incluso voy en tu busca.
Porque sé cuánto se clavan las despedidas en el pecho, dibujé un escudo la última vez. Cuando las mentiras se volvieron costumbre, cuando el miedo despertó mi instinto. Y desde entonces luzco en la piel un zurcido angosto color gris. Aunque al pensarte, a veces, la sangre lo tiñe de rojo.
Tú crees que estoy cantando en el desierto,
yo sé que sólo muere lo que olvidas,
hay corazones llenos de agujeros,
pero no lo saben... pero no lo saben. "