"Si me marcho o me olvido, no preguntes por qué"
Puedo fijar la vista en cualquier punto vacío. Parecer que he desconectado del mundo, que no atiendo, que ni siquiera escucho.
Puedo hacer caso omiso a sus comentarios inapropiados y miradas furtivas.
Puedo dejar en la almohada todas las veces que "me han omitido la verdad".
Puedo, no sé cómo, callar tanto.
Pero cuando sobrepasan el límite, me hierve la sangre. Y es entonces cuando les escupo a la cara todos las pedanterías que me han hecho tragar.
No tienen vergüenza.
He aprendido a dibujar sonrisas y dedicártelas. A soñarte noche tras noche por si, de nuevo, nos envuelve la misma. He aprendido a querer lo desconocido, a desear sin miedos.
He aprendido a añorar los besos que me despertaron sin tú saberlo. Y la primera vez que te vi aprendí a saber que llegarías.
De nuevo, las palabras no salen. Y no hay ganas de hacer garabatos. Dedicaría una canción, pero sonaría a amenaza. Sólo escupo frases inconexas.
Si las luces no oscureciesen a veces, reventarían mis venas.