No es la primera vez que sueño con intentar matarte. Gran absurdo cuando sé que no eres nadie. Aún así, apareces siempre jodiéndolo todo, como llevas haciendo desde que te conozco.
Llevaba tres días sin dormir por culpa del frío. Pero esta noche, la ropa ha vuelto a acabar en el suelo. Creo que tengo poderes, o un sexto sentido que asusta demasiado, porque mis pesadillas auguran, casi siempre, la mañana siguiente.
Tengo que leer otra vez ése poema. Anoche al final no lo hice. Te lo leeré cuando acabe septiembre. No. Mejor. Te miraré mientras lo lees tú.
"(...)La mayoría de los días se quedaba en la cama, sintiéndose desorientada y perdida. A veces bajaba a la cocina, pasaba la mano por la encimera grasienta, el vinilo, las cortinas de flores que olían a guisos quemados. Observaba el contenido de los cajones, que no ajustaban bien, las cucharas y los cuchillos disparejos, el colador y las espátulas de madera astillada, que iban a ser los instrumentos de su nueva rutina diaria y le recordaban el vuelco que había dado su vida, dejándola desarraigada, desplazada, como una intrusa en la existencia de otra persona.(...)"
K H
Le asusta cerrar la puerta del todo por si algún día no te atreves a abrirla u olvida lo que hay detrás. Me ha contado lo mucho que duele soñar contigo, que hay temporadas en las que amaneces entre sus sábanas sin saberlo, y además de dejar la cama totalmente desecha, dueles.
He leído sus cuadernos a escondidas. Te ha escrito varias veces, pero las líneas que te dedica son las únicas que acaban siempre ilegibles. Creo que tiene miedo. Pero aún no sabe si le aterroriza más perderte o encontrarte de nuevo.