Esta noche me despojo de la piel, tendiéndola al final de la escalera, donde los fantasmas no conocen el miedo. En unas horas sumerjo lo volátil en la bañera helada, acallando amenazas, portazos y acusaciones con cenizas nacidas de la indiferencia.
Que nadie trate de vaciar hoy mi refugio. He agudizado sentidos que creí muertos. No hay mejor manera de taparte la boca, que cerrando la mía. Aunque las costuras todavía pueden estallar.